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Visita General


 Conocer la “Visita General”

En alguna ocasión, todo el que visita el casco histórico de Madrid, habrá visto estas placas de porcelana en algunas de sus calles. Sobre todo, en barrios céntricos como el conocido Barrio de las Letras, las cercanías a la Plaza Mayor, o la zona de La Latina. Unos carteles que, a pesar de estar siempre ahí, rodeándonos y mostrándose, nos pasan desapercibidos.

El objetivo principal de este texto es dar a conocer el significado de estos azulejos, puesto que están a la vista de todos, pero no por ello se conoce su sentido. Estimamos que son antiguos, pero no llegamos a comprender lo que quieren decir, cuál es su historia.

Las inscripciones de estos carteles se remontan al siglo XVIII; no obstante, para establecer el contexto y entender su origen hemos de trasladarnos al siglo XVI. En 1561, Felipe II establece la corte en Madrid otorgándole la capitalidad. Este hecho conlleva que, junto a los reyes, se desplacen a la villa gran cantidad de personas relacionadas con la realeza que han de instalarse en algún lugar. El rey decide que este abundante número de funcionarios y servidores se alojen en las casas de los vecinos de Madrid, normalmente ocupando la mitad de la vivienda. Asimismo, el monarca instaura la Regalía de Aposento, de origen medieval, que consiste en el pago monetario de una tasa que eximía a los ciudadanos de ceder parte de su domicilio a estos fines. Así pues, se crea la figura del visitador para controlar el pago de dichos impuestos;  un personaje que recorría las casas para estimar el importe a cobrar, según las características del hogar.

En 1749, con la llegada de Fernando VI, se organizan una serie de reformas en el sistema tributario, llevadas a cabo por el Marqués de la Ensenada con el fin de cobrar un pago único. Se crea una Planimetría General de Madrid con el objetivo de elaborar un catastro urbano para contabilizar las manzanas y casas de la urbe; este catastro permitiría fijar el impuesto que habían de pagar los vecinos según el tipo de vivienda de que disponían: un tributo llamado Carga de Aposento que procedía de la anterior Regalía de Aposento. Se forma la Visita General de 1750-1751, que originó la confección de dicha planimetría, y que ofreció, en su contabilización, 557 planos de manzanas y varias series con documentación de casas. Realmente, más que un catastro urbano, la función de esta obra era tener un registro actualizado de la Carga de Aposento de todas las fincas. Así, el visitador general podía controlar las viviendas y sus pagos.

Toda esta maraña de visitas, registros, etc. motivó la picaresca de las gentes de Madrid. Así pues, muchos ciudadanos hicieron una trampa para evadir los pagos de impuestos. Los propietarios, para evitar alojar a los funcionarios reales, alteraban los usos dados a sus hogares, convirtiendo la planta baja en establo y la segunda en buhardilla o trastero, con el fin de dar a entender que sólo tenían la primera planta habitable. Por tanto, para conseguir el éxito del engaño, modificaban las fachadas haciendo una distribución asimétrica de ventanas o abuhardillando tejados, consiguiendo de esta manera que, a ojos del visitador, la casa tuviese menos plantas. Este tipo de inmuebles se conocieron como Casas a la Malicia, y todavía se pueden encontrar algunas en los barrios citados anteriormente.


En 1760, Carlos III ordena la colocación de los azulejos con la inscripción de las manzanas y casas numeradas, situando uno en cada esquina de la manzana y otro en cada casa. La idea quizá era buena, pero ocasionó innumerables confusiones, puesto que se encontraban casas con la misma numeración, pero de manzanas diferentes. Las calles tenían varios nombres e incluso a veces estaban repetidos.

Para solucionar este embrollo, que duró hasta bien entrado el siglo XIX, se decidió tomar medidas. En 1835, se crean unas normas para establecer la numeración y nomenclatura de las calles, así como de las plazas, glorietas, etc., que se identifican correctamente. El Marqués viudo de Pontejos, corregidor de Madrid en este año, promovió muchas mejoras en la ciudad, entre ellas el saneamiento, alumbrado, empedrado de las calles, así como su ordenación con nueva numeración y rótulos. Se implantó un nuevo sistema, que consistía en la numeración de las parcelas que comenzaba a partir del punto más cercano a la Puerta del Sol, situando los números pares en la acera derecha y los impares en la izquierda.

Aunque las calles ya tenían nombre desde muy antiguo, como muestran algunos planos como el de Pedro Teixeira de 1656, no es hasta esta reforma del siglo XIX cuando el callejero deja de ser un caos para convertirse en algo más ordenado y práctico.

Pero, volviendo a los azulejos correspondientes a las visitas generales, debemos decir que hoy en día no tienen ningún valor funcional, pero si histórico. Muchos de ellos están fijados en fachadas pertenecientes a edificios más modernos. Por lo tanto, nos dan información de su importancia, pues han sido recolocados en las nuevas construcciones. Este hecho habla de conservación, de la consideración de nuestro patrimonio histórico como algo que ha de mantenerse y darse a conocer y no perderse en el olvido. Por eso, aunque todos veamos estas placas, debemos divulgar su simbolismo.

@sonimayrit

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